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LOS SONIDOS DE LIBERTAD EN EL APARTHEID:

MÚSICA Y RESISTENCIA

Los sonidos del Apartheid

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Imagen I. Peter Magubane “Europeans only” (Johannesburgo, 1956).

Las notas musicales en su sentido más técnico representan los sonidos; o al menos eso intentan. Pero no pretendo hablar del aspecto técnico de la música, sino hablar de las notas que representaban los sonidos de libertad que resonaban incesantemente en el régimen del Apartheid en Sudáfrica. Me refiero puntualmente a aquellas notas que resonaban tan fuerte como el Yembe en una ceremonia étnica africana:  los sonidos musicales de resistencia cuya melodía entrelazan la abolición del Apartheid y la independencia de Sudáfrica.

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El presente texto es una historia sobre la resistencia, de modo que también es importante no olvidar a aquellos zapateros, panaderos, artesanos, estudiantes, activistas, mujeres, campesinos, etcétera, que salían a las calles reclamando justicia social. La lucha de ellos la encontramos en su mayor victoria: la abolición del Apartheid.  

La música protesta sudafricana en contra del régimen del Apartheid.

CONTEXTO HISTÓRICO

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Imagen II. “Caution Beware of Natives”, South África, 1956. Tomada de: South African History Online https://www.sahistory.org.za/image/caution-beware-natives. 

El contexto que se presenta procura ser una introducción cronológica de hechos que permitan ubicar y contextualizar al apartheid, así como al dispositivo musical generador de resistencia en aquel régimen de segregación racial. Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo escribía: “digo que la distancia de la colonización a la civilización es infinita, que de todas las expediciones coloniales acumuladas, de todos los estatutos coloniales elaborados, de todas las circulares ministeriales expedidas, no se podría rescatar un solo valor humano” (Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo, 2006, p.15). El anterior fragmento desnuda una dicotomía clave en el discurso colonial: la correspondencia entre civilización y colonización. Aquella dicotomía fue empleada por Europa durante siglos en sus colonias en América y en África mediante el paradigma “civilizatorio” que legitimaba la invasión y el establecimiento de colonias por medio de los métodos más violentos y brutales que se hayan podido imaginar los colonizadores.

 

La utilización de la violencia como método racional para lograr la conquista y el dominio sobre el territorio y la población se convirtió en el principal eje del colonialismo europeo. Se instauraron diferentes técnicas de control sobre el individuo y sobre la población a través de modelos como el fraccionamiento del territorio. En el caso del Apartheid podemos observar durante el S. XX la creación de una legislación que impedía el libre desplazamiento de la población de piel negra por el territorio. Del mismo modo, estos individuos eran ubicados por el Estado colonial en las afueras de las ciudades, con el objetivo de establecer un control y una vigilancia que lograra neutralizar las constantes revueltas y protestas en contra del gobierno afrikáner.

 

La cuestión de la raza en las dinámicas de poderío colonial en África fue un nodo del cual se desprendía, por un lado, la legitimidad del dominio y, por otro lado, se asignaba desde el imaginario colonial al individuo negro una representación de ser humano incapaz mentalmente, no evolucionado, en un estado primitivo-bestial. Esta representación fue mediada por los estudios médicos de la eugenesia cuyos planteamientos determinaban a la “raza negra” como una raza inferior intelectualmente; del mismo modo el darwinismo social contribuyó a establecer toda una teorización en torno a la inferioridad de la “raza negra” que fue utilizada y reproducida por el gobierno colonial para subyugar a la población afro. El terror en sí mismo también se convirtió en un cimiento para someter a la población: el miedo a perder la vida, el miedo a la tortura, el miedo al encarcelamiento influyó sobre el individuo de tal manera que condicionó su comportamiento. Para que el gobierno colonial lograra la sistematicidad del terror tenía que tener en su poder: los organismos de justicia (jueces, leyes, constitución); la policía y el ejército al servicio de la instauración del miedo y la punición; más una serie de imaginarios que en el ideario de la sociedad justificara la violencia, el maltrato, el terror y el miedo.

 

Las colonias fundadas por los Estados europeos fueron, en primer lugar, producto de la incesante búsqueda de rutas comerciales hacia el lejano oriente, por parte de exploradores y marinos que eran financiados por las monarquías. En segundo lugar, la búsqueda de riquezas como la plata, el oro, el marfil, los minerales, el carbón, el algodón, la mano de obra esclava (que traía como consecuencia no solamente la usurpación de la libertad de millones de africanos, sino que también la expoliación de su condición humana). La búsqueda de riquezas y de tierras se insertó en una dinámica correspondiente al progreso lineal civilizatorio; desde el cual, tanto la mano de obra esclava, como la materia prima conseguida en los territorios colonizados eran la plataforma de aquel desarrollo material. Cuando hablamos del Apartheid es inevitable hablar de una historia del colonialismo. Podemos ubicar la primera llegada del colonialismo europeo a Sudáfrica concretamente en 1647 (Robert Ross, Historia de Sudáfrica, p. 206). En ese año la Compañía Holandesa de la India Oriental decidió establecer un fuerte portuario en lo que hoy conocemos como la Ciudad del Cabo (Nancy L. Clark y William H. Worger, South Africa: The rise and fall of apartheid, 2013, pp. 11-12). La llegada de los holandeses al territorio que hoy llamamos Sudáfrica es significativa, debido a que esa sería la principal causa del nacimiento del pueblo Afrikáner que iba a ser artífice del régimen del Apartheid durante el S. XX. Los holandeses tenían un método particular de colonialismo: les interesaba la construcción de puertos y fuertes en las costas para poder controlar las rutas marítimas y abastecer de recursos a sus barcos. Como consecuencia de la instauración de un fuerte portuario en la región, la población colonizadora empezó a fundar pueblos agrícolas en las cercanías de Cabo Verde, de esa manera se emprendía una nueva fase en la colonización del territorio que implicaba la creación de centros urbanos que permitieran un control sobre el área.

 

A principios del S. XIX el control colonial en Sudáfrica da un giro sustancial.  Con el florecimiento del Imperio Británico, considerando que uno de sus objetivos era la expansión del reino y la instauración de colonias en África, se genera un cambio de dominio en el territorio. Los ingleses triunfan sobre los holandeses, estableciendo de esta forma un nuevo régimen colonial en el cual surge una serie de conflictos internos, tanto con la población nativa del sur de África, como con el pueblo Afrikáner (Hilda Varela, "El auge del imperialismo británico, 1866-1902"). Por un lado, una de las poblaciones nativas afectadas por el dominio colonial eran los zulú; el conflicto con esta gran nación se debía a la ocupación por parte de los ingleses de nuevas zonas y por las múltiples imposiciones económicas a su pueblo. Por otro lado, el conflicto con los afrikáners (o bóers) era causado por la inconformidad del manejo británico. Otra razón del problema con la población bóer fue que pasaron a un segundo renglón en el contexto de dominio colonial ante el mando anglosajón. Igualmente, a las anteriores razones se le suma la inconformidad de los Bóer contra los ingleses, puesto que los últimos realizaron una serie de reformas de “igualdad racial” en el territorio. No obstante, no fueron del gusto de los afrikáners. En dicho escenario existieron varios intentos por parte de los afrikáners de arrebatarle el mando a los ingleses. Los constantes conflictos entre las dos poblaciones con arraigo europeo en Sudáfrica culminaron en la creación de la Unión Sudafricana en 1910 (Hilda Varela, "La última guerra de la era victoriana: Sudáfrica, 1899-1902"). Esta tenía como objetivo establecer una unión que aglomeraba en un mismo Estado tanto a los territorios de los afrikáneres como de los ingleses. La igualdad de importancia de los dos bandos en la atmósfera política se justificó con la creación de un modelo “democrático” en donde los diferentes grupos de blancos tuvieran participación. La población negra fue excluida de poseer participación política, quedando rezagada a una opresión segregacionista y violenta.

 

En 1948, en las elecciones presidenciales de la Unión Sudafricana, el afrikáner, Daniel Malan, ascendió al poder con el Partido Nacional Reformado (Nancy L. Clark y William H. Worger, South Africa: The rise and fall of apartheid, p. 37). Este suceso da inicio al régimen del Apartheid fundamentado en la promulgación de leyes de segregación racial y de un fuerte dispositivo de control restrictivo sobre la población negra. La primera ley instaurada en el apartheid fue la Ley de Prohibición de Matrimonios Mixtos en 1949: en esta se instituía la prohibición del matrimonio entre blancos y negros. Otra de las leyes creadas por el gobierno de Malan fue la Ley de Áreas de Grupo de 1950: esta ley promulgaba la exclusión de la población negra a determinadas áreas específicas. 

 

Con la Ley de Áreas de Grupo el régimen colonial establecía un sistema de distribución espacial que diferenciaba a la población negra de la población blanca creando una jerarquización mediada por las condiciones económicas de cada zona. Asimismo, como se planteó anteriormente, esta división permitió un mayor control sobre la población negra. En cuanto a la Ley de Prohibición de Matrimonios Mixtos traigo a consideración que su funcionalidad fue enmarcada en una dicotomía. Podemos observar el control natal de la población como mecanismo de vigilancia; sin embargo, en este caso, vemos que el control natal está dirigido a impedir una mezcla entre las dos poblaciones, procurando que su eje de dominio, la división racial, no desaparezca por la reproducción interracial. Igualmente, la prohibición de matrimonios mixtos condicionó la existencia de sentimientos de aprecio hacia la población negra. Más adelante se estableció una de las leyes más cuestionadas durante el régimen: la Ley de Nativos Nº 62 de 1952, la cual dictaminó que si un individuo de raza negra quería desplazarse de una zona rural a una zona urbana tenía que pedir un permiso a las autoridades; el permiso se daba por medio de un pase que la persona tenía que mostrar durante su estancia en la ciudad. En este caso vemos que el aparato colonial pretendió vigilar el desplazamiento con la finalidad de controlar los movimientos de quienes podían representar un peligro para su dominio.

 

En 1953 se instauró la Ley del Trabajo de Nativos: en ella quedaba prohibida la participación de la población negra en las huelgas, de esta forma el régimen del Apartheid usurpó los derechos laborales de dicha población. Más adelante, en 1956, se estableció la Ley de Nativos Nº 66, en la cual se le impidió a la población negra la posibilidad de realizar acciones legales si eran expulsados o reubicados de sus viviendas. Con estas leyes se instauró un dispositivo de control sobre la población, así como una forma de explotación laboral mediada por una  serie de imaginarios históricos: uno de ellos fue Hegel cuando escribió “África no es parte histórica del mundo”. Los imaginarios servían en la elaboración y reproducción de legitimidad de las leyes. En muchas ocasiones se formaban manifestaciones espontáneas, bien podrían ser huelgas, revueltas, marchas, o bloqueos. La respuesta del gobierno afrikáner era utilizar la violencia o la privación de la libertad como principal método de control sobre las manifestaciones. Un ejemplo de esto es la matanza de Sharpeville ocurrida el 21 de marzo de 1960, en ella, la Policía asesinó aproximadamente a 70 personas que estaban protestando contra la Ley de Pases. Un elemento muy común de represión fue el encarcelamiento y la orden de exilio de líderes del Congreso Nacional Africano (African National Congress, en sus siglas en inglés ANC) y del Congreso Panafricano (Pan Africanist Congress, en sus siglas en inglés PAC), organizaciones que demandaban la caída del régimen. Para analizar las formas de resistencia de los movimientos antiapartheid es preciso tener en cuenta el 21 de marzo de 1960, día en el cual ocurrió la matanza de Sharperville. 

 

Las organizaciones anteriormente mencionadas, pese a tener un objetivo en común ‒acabar con el Apartheid‒, tenían diferencias en cuanto al método de lucha abolicionista del régimen, ya que hasta antes de la masacre de Sharperville el ANC contaban con un repertorio de lucha no violento. El PAC desde antes de la matanza y de su separación del ANC en 1959 abogaba por la necesidad de la utilización de la violencia para lograr la libertad del pueblo negro. Asimismo, otro punto de distanciamiento entre los dos movimientos es la inconformidad, por parte de los miembros del PAC, al apego del ANC con el Partido Comunista Sudafricano, la molestia del Congreso Panafricano era a causa de que el Partido Comunista era conformado por blancos y no veían viable una alianza con un partido de blancos.  

 

Como causa de la matanza de Sharpeville, el ANC funda el ala militar de su organización: La Lanza de la Nación. Esto marca un antes y un después en el repertorio de lucha del Congreso Nacional Africano, ya que se pasa de métodos no violentos como las protestas pacíficas, la desobediencia civil, la redacción de la Carta de la Libertad, a métodos violentos como el sabotaje a edificios gubernamentales, el ataque a bases militares, a iglesias, a centrales eléctricas y a funcionarios del gobierno. El método violento era más efectivo y contundente en desestabilizar al régimen del Apartheid. No obstante, incrementó la mortalidad en Sudáfrica y perdió legitimidad internacional y nacional al ser catalogado como grupo terrorista. Pese a esa catalogación, el pueblo “oprimido” siempre estuvo de parte del ANC, ya que daba esperanza de libertad. En cuanto al apoyo internacional, la URSS fue clave, ya que financiaba al movimiento y lo dotaba de armamento. El gobierno siguió en la misma línea opresora y violenta, a eso se le sumó el exilio, asesinato y encarcelamiento de algunos líderes del ANC y el PAC, así como también de individuos del común que participaban en la protesta o que se oponían al régimen. El arresto más famoso fue el de Nelson Mandela, uno de los líderes del Congreso Nacional Africano. La privación de la libertad de Mandela ocurrió en 1962; 32 años después, en 1994 Mandela se posesionó como presidente de Sudáfrica y empezó el proceso de Reconciliación Nacional y de abolición del Apartheid (Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, 1994). Internacionalmente la figura de Mandela ha sido las más conocida, pero él no fue el único líder del ANC, también estuvieron personas como Oliver Tambo, Walter Sisulu, Govan Mbeki, Duma Nokwe, Alfred Nzu, entre otros.

 

La música fue también una forma de resistencia en contra del dispositivo de vigilancia del Apartheid. Para explicar el funcionamiento del discurso musical primero hay que develar que uno de los mecanismos de dominio colonial es crear discursos en los cuales se disminuya y se oprima al colonizado. Dentro de estos discursos podemos encontrar: el discurso racista, el discurso evangelizador, el discurso moral, el discurso civilizatorio, el discurso de seguridad, el discurso de justicia, el discurso de libertad y el discurso homogeneizador del dominado.  Los anteriores componentes discursivos hacen posible que exista el dominio colonial, sin ellos, por ejemplo, no serviría de la misma forma la presencia física de un militar, de un policía y de un juez; si se reemplazara el discurso que los legitima como “la autoridad” o “los justos” por un discurso en el cual sean “los usurpadores” o “los invasores” su condición de autoridad legítima cambiaria.  La música protesta en el periodo del apartheid desafía esos discursos de dominación gritando discursos de libertad, de independencia y de justicia.

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